Manifiesto del fractalismo
Se propone designar como "Fractalismo" a un modo de entender al mundo y una actitud vital subyacente hoy en las acciones de muchas personas. El término se derivó del concepto matemático de "fractal". Un fractal es, a estos efectos, una figura o entidad caracterizada porque cualquier sección de ella que se seleccione, independientemente del tamaño o escala, es enteramente igual al todo, lo contiene y lo replica en todas sus características y complejidad.
Resulta fractalista aquel que:
- Siente que todo el mundo está contenido en sí mismo, hoy. Que está en sí todo lo que es, lo que fue y lo que será, lo que pudo ser y lo que no será. Lo tangible y lo intangible, y lo que cualquiera imaginó o imaginará. Siente que somos todo lo que hay, que no somos separables del todo; y lo que hubo, que está presente en nosotros como producto; y lo que habrá, que es nuestro potencial. Y también lo que no habrá, por nuestra voluntad u omisión.
- Siente que, como nada existe que no esté en sí, lo que no esté en sí, no existe. Por eso, se sabe responsable de dar existencia en su interior al todo, al mundo entero. O de quitarla. Porque lo que uno deje fuera de sí, no estará en su afuera, y lo que uno ponga en su interior lo estará poniendo en el mundo, de todos.
- Siente que cualquier cambio en sí mismo aparece y se reproduce automáticamente en cualquier otra escala, incluida la del mundo; que la vía para cambiar el mundo es cambiarse uno mismo. Sea uno consciente de ello y lo use, o no. Sabe que el cambio global no requiere sumatorias de individuos, ni sistemas organizativos o normativos, sino que pasa por el trabajo interior.
- Siente que cada acción sobre lo externo y concreto, en la vida cotidiana, en el empleo, en las relaciones con los otros, en los ratos de ocio, es un ejercicio de aplicación para el trabajo interior; sabe que todo producto de esas acciones será también él mismo.
- Siente el sentido del caos. Como sabe que en un fractal no hay partes, valora el pequeño orden grosero que se asocia a la idea de partes relacionadas en un conjunto o sistema, y que se traduce en la construcción de estructuras sociales externas a la persona, jerárquicamente organizadas según criterios cuantitativos, como un sucedáneo incompetente del otro orden, ya dado, automático, que estaría en la esencia fractalista de la totalidad. Siente que el objetivo real del cambio, el valor rector, no es el logro de un orden óptimo entre partes, sino la diversidad, la generación e intercambio de información, la entropía y su potencial para la transformación cualitativa, que es la cara positiva del caos. Asume la virtud torpe del orden voluntarista y la connotación disipativa y maligna del caos como subproductos de visiones no fractalistas.
- Siente que donde no hay partes, tampoco hay oposición, ni competencia, ni conflicto; sabe que todo enfoque contra algo, es contra sí mismo. No destruye, no combate, no elimina; busca sintonías, crea, agrega, transforma.
-Siente que incluye y administra en sí y desde sí lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor.
-Siente que lo que sucede fuera, con cada uno de los otros, sucede dentro; que el mal en el interior del vecino lo envilece, que la santidad de un ser anónimo en las antípodas lo santifica. Y que sus propias acciones manchan o elevan tanto su ser interior como el de su mal vecino o el del santo remoto y desconocido.
-Siente que existe en todas las cosas y los seres, que es uno con ellos; que su destino es también el de las piedras y los árboles, los animales y las estrellas.
- Siente el deber de ser todo lo que es, de realizar, en cada momento, la perfección que contiene. Sabe que cada día es una vida entera, y una historia del cosmos.
- Siente que Ser, puede ser no ser; que asumir la unidad implica reformular la propia identidad. Y que estamos siendo sólo lo que creemos ser.
- Siente que si hoy es humano, tal vez ayer fue piedra, y quizás mañana sea dios; que si hoy es tanto de espíritu y cuánto de materia, eso es sólo un momento de sí, una de las infinitas configuraciones posibles de ese todo que contiene. Y que ninguna de las posibilidades es mejor que las otras, porque en cada una están presentes todas las demás.
Es fractalista aquel que no se siente impotente por ser sólo uno, que no cree que el alcance de sus acciones dependa del tamaño o poder del grupo que integre, que no cifra sus esperanzas en cambiar a los demás, o en ganar poder sobre los otros. Porque sabe que siendo todo uno, no hay partes, no hay ni jerarquías ni otros, y el único poder real es, entonces, el que tiene sobre sí mismo.
Es fractalista todo aquel que sabe que lo que haga de sus relaciones, de las cosas y los ambientes que lo rodeen, será lo que haga de sí. Que su relación con lo que lo rodea es su relación consigo mismo, que haciendo se hace, dañando se daña, mirando se ve. Y que también es administrado por lo que lo rodea; y que también el mundo se mira en él.
Es fractalista el que sabe fractal a quien no se siente fractalista, y que respeta y aprecia ese no sentir, como una zona más de sí.
Es fractalista gente del pasado, del presente y probablemente del futuro.
Está en la vía del fractalismo aquel que no olvida ponerse en el lugar del otro antes de decidir sus acciones, el que trata de ver lo que el otro ve, aunque no lo comparta, el que no ve en el otro un Otro externo, un enemigo, sino un reflejo de alguna parte de sí que tal vez no desearía reconocerse; el que no separa la materia del espíritu, ni jerarquiza con soberbia entre las cosas, los seres y los dioses, o entre el Hombre y el resto; el que se ofrece como zona de interacción entre portadores de diversidad.
No es fractalista el que luche por imponer al resto su fractalismo, por convencer o evangelizar; el que crea que su punto de vista es el óptimo, que su visión debe ser la del mundo, porque es la correcta, la mejor, la necesaria, la unanimidad del futuro...o porque el mundo es él. Ni el que espere por lo que hagan los demás, o crea que son los otros los que deben cambiar para que todo mejore, y que nada se puede hacer hasta entonces. Cada uno es el todo, pero desde espacios, momentos o nodos diferentes. Cada uno es un mundo. Cada uno, es cada uno.
La visión fractalista puede reencauzar al mundo sin necesidad de líderes, ni de figuras, ni de teorías y discursos inflamados, ni de gobiernos, instituciones u organizaciones; simplemente a través de la autogestión, reordenando la propia vida de cada uno, anónimamente.
No requiere formar un movimiento, ni combatir otras visiones, ni instituirse como modelo.
Por eso, lo que aquí se pretende es apenas una referencia inicial, necesariamente somera, para no perder la amplitud y abarcatividad de lo difuso en el molde reduccionista de las palabras. Para aquellos que se sientan identificados o comprendidos por la actitud descrita, el llamado será, en todo caso, a pasar dentro de sí ésta visión, de sentimiento difuso, impreciso, débil por su propia indefinición, a fuerza y postura vital capaz de direccionar las propias acciones, alineando ideas y sentir, en sus respectivas disciplinas, campos o vivencias. Y a armonizar desde ella su lectura de las acciones de aquellos que no se sienten incluidos.
Aquí no puede haber respuestas. El fractalismo, como simple actitud, sólo puede ser un principio de búsqueda, una fuente de preguntas.Así, por ejemplo: ¿cómo podría ser una arquitectura fractalista? ¿cómo transformaría las elecciones o valoraciones al respecto ésta visión?¿Y una política? ¿Cuáles serían los criterios de gobierno desde una postura filosófica fractalista? ¿Y una economía? ¿Qué políticas, economías, literaturas o pinturas fractalistas ya existen, o es posible generar? ¿Cómo dialogarían con las no fractalistas? ¿Qué otras preguntas valdría la pena formular?
Se propone designar como "Fractalismo" a un modo de entender al mundo y una actitud vital subyacente hoy en las acciones de muchas personas. El término se derivó del concepto matemático de "fractal". Un fractal es, a estos efectos, una figura o entidad caracterizada porque cualquier sección de ella que se seleccione, independientemente del tamaño o escala, es enteramente igual al todo, lo contiene y lo replica en todas sus características y complejidad.
Resulta fractalista aquel que:
- Siente que todo el mundo está contenido en sí mismo, hoy. Que está en sí todo lo que es, lo que fue y lo que será, lo que pudo ser y lo que no será. Lo tangible y lo intangible, y lo que cualquiera imaginó o imaginará. Siente que somos todo lo que hay, que no somos separables del todo; y lo que hubo, que está presente en nosotros como producto; y lo que habrá, que es nuestro potencial. Y también lo que no habrá, por nuestra voluntad u omisión.
- Siente que, como nada existe que no esté en sí, lo que no esté en sí, no existe. Por eso, se sabe responsable de dar existencia en su interior al todo, al mundo entero. O de quitarla. Porque lo que uno deje fuera de sí, no estará en su afuera, y lo que uno ponga en su interior lo estará poniendo en el mundo, de todos.
- Siente que cualquier cambio en sí mismo aparece y se reproduce automáticamente en cualquier otra escala, incluida la del mundo; que la vía para cambiar el mundo es cambiarse uno mismo. Sea uno consciente de ello y lo use, o no. Sabe que el cambio global no requiere sumatorias de individuos, ni sistemas organizativos o normativos, sino que pasa por el trabajo interior.
- Siente que cada acción sobre lo externo y concreto, en la vida cotidiana, en el empleo, en las relaciones con los otros, en los ratos de ocio, es un ejercicio de aplicación para el trabajo interior; sabe que todo producto de esas acciones será también él mismo.
- Siente el sentido del caos. Como sabe que en un fractal no hay partes, valora el pequeño orden grosero que se asocia a la idea de partes relacionadas en un conjunto o sistema, y que se traduce en la construcción de estructuras sociales externas a la persona, jerárquicamente organizadas según criterios cuantitativos, como un sucedáneo incompetente del otro orden, ya dado, automático, que estaría en la esencia fractalista de la totalidad. Siente que el objetivo real del cambio, el valor rector, no es el logro de un orden óptimo entre partes, sino la diversidad, la generación e intercambio de información, la entropía y su potencial para la transformación cualitativa, que es la cara positiva del caos. Asume la virtud torpe del orden voluntarista y la connotación disipativa y maligna del caos como subproductos de visiones no fractalistas.
- Siente que donde no hay partes, tampoco hay oposición, ni competencia, ni conflicto; sabe que todo enfoque contra algo, es contra sí mismo. No destruye, no combate, no elimina; busca sintonías, crea, agrega, transforma.
-Siente que incluye y administra en sí y desde sí lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor.
-Siente que lo que sucede fuera, con cada uno de los otros, sucede dentro; que el mal en el interior del vecino lo envilece, que la santidad de un ser anónimo en las antípodas lo santifica. Y que sus propias acciones manchan o elevan tanto su ser interior como el de su mal vecino o el del santo remoto y desconocido.
-Siente que existe en todas las cosas y los seres, que es uno con ellos; que su destino es también el de las piedras y los árboles, los animales y las estrellas.
- Siente el deber de ser todo lo que es, de realizar, en cada momento, la perfección que contiene. Sabe que cada día es una vida entera, y una historia del cosmos.
- Siente que Ser, puede ser no ser; que asumir la unidad implica reformular la propia identidad. Y que estamos siendo sólo lo que creemos ser.
- Siente que si hoy es humano, tal vez ayer fue piedra, y quizás mañana sea dios; que si hoy es tanto de espíritu y cuánto de materia, eso es sólo un momento de sí, una de las infinitas configuraciones posibles de ese todo que contiene. Y que ninguna de las posibilidades es mejor que las otras, porque en cada una están presentes todas las demás.
Es fractalista aquel que no se siente impotente por ser sólo uno, que no cree que el alcance de sus acciones dependa del tamaño o poder del grupo que integre, que no cifra sus esperanzas en cambiar a los demás, o en ganar poder sobre los otros. Porque sabe que siendo todo uno, no hay partes, no hay ni jerarquías ni otros, y el único poder real es, entonces, el que tiene sobre sí mismo.
Es fractalista todo aquel que sabe que lo que haga de sus relaciones, de las cosas y los ambientes que lo rodeen, será lo que haga de sí. Que su relación con lo que lo rodea es su relación consigo mismo, que haciendo se hace, dañando se daña, mirando se ve. Y que también es administrado por lo que lo rodea; y que también el mundo se mira en él.
Es fractalista el que sabe fractal a quien no se siente fractalista, y que respeta y aprecia ese no sentir, como una zona más de sí.
Es fractalista gente del pasado, del presente y probablemente del futuro.
Está en la vía del fractalismo aquel que no olvida ponerse en el lugar del otro antes de decidir sus acciones, el que trata de ver lo que el otro ve, aunque no lo comparta, el que no ve en el otro un Otro externo, un enemigo, sino un reflejo de alguna parte de sí que tal vez no desearía reconocerse; el que no separa la materia del espíritu, ni jerarquiza con soberbia entre las cosas, los seres y los dioses, o entre el Hombre y el resto; el que se ofrece como zona de interacción entre portadores de diversidad.
No es fractalista el que luche por imponer al resto su fractalismo, por convencer o evangelizar; el que crea que su punto de vista es el óptimo, que su visión debe ser la del mundo, porque es la correcta, la mejor, la necesaria, la unanimidad del futuro...o porque el mundo es él. Ni el que espere por lo que hagan los demás, o crea que son los otros los que deben cambiar para que todo mejore, y que nada se puede hacer hasta entonces. Cada uno es el todo, pero desde espacios, momentos o nodos diferentes. Cada uno es un mundo. Cada uno, es cada uno.
La visión fractalista puede reencauzar al mundo sin necesidad de líderes, ni de figuras, ni de teorías y discursos inflamados, ni de gobiernos, instituciones u organizaciones; simplemente a través de la autogestión, reordenando la propia vida de cada uno, anónimamente.
No requiere formar un movimiento, ni combatir otras visiones, ni instituirse como modelo.
Por eso, lo que aquí se pretende es apenas una referencia inicial, necesariamente somera, para no perder la amplitud y abarcatividad de lo difuso en el molde reduccionista de las palabras. Para aquellos que se sientan identificados o comprendidos por la actitud descrita, el llamado será, en todo caso, a pasar dentro de sí ésta visión, de sentimiento difuso, impreciso, débil por su propia indefinición, a fuerza y postura vital capaz de direccionar las propias acciones, alineando ideas y sentir, en sus respectivas disciplinas, campos o vivencias. Y a armonizar desde ella su lectura de las acciones de aquellos que no se sienten incluidos.
Aquí no puede haber respuestas. El fractalismo, como simple actitud, sólo puede ser un principio de búsqueda, una fuente de preguntas.Así, por ejemplo: ¿cómo podría ser una arquitectura fractalista? ¿cómo transformaría las elecciones o valoraciones al respecto ésta visión?¿Y una política? ¿Cuáles serían los criterios de gobierno desde una postura filosófica fractalista? ¿Y una economía? ¿Qué políticas, economías, literaturas o pinturas fractalistas ya existen, o es posible generar? ¿Cómo dialogarían con las no fractalistas? ¿Qué otras preguntas valdría la pena formular?